El payo Sarkozy y la unidad del pueblo gitano

 

Si en la Alemania nazi sólo se hubiera enviado a los gitanos a los hornos crematorios, qué habría ocurrido? La respuesta es evidente. La tenemos ahora en Francia. Su Ministro de Interior dice que expulsa a la población gitana procedente de países que ya forman parte de la Unión Europea porque están vinculados a la creación y expansión de asentamientos ilegales en chabolas, a la prostitución, a la delincuencia o a la mendicidad infantil.

Pero no podemos olvidarnos de que todas estas actividades son ésas a las que obligamos a participar a aquellas personas objeto de exclusión social sistemática. Esto es consecuencia de la falta de políticas sociales en materia migratoria, dado que priorizamos exclusivamente las políticas de control selectivo de los flujos migratorios.

El payo Sarkozy no está meando fuera del tiesto. Se turna en su manía persecutoria hacia los gitanos con otros payos neofascistas europeos como, por ejemplo, uno ya famoso llamado Berlusconi y otro, un tal Aznar, de aspecto parecido a dos clásicos del fascismo, uno alemán y otro español, el cual, no nos olvidemos, también desmanteló campamentos gitanos durante su mandato.

Todos ellos saben, mediante los sondeos estadísticos de sus correspondientes centros de investigaciones sociológicas, que dentro de las actitudes xenófobas que ellos mismos potencian e incentivan con iniciativas como ésta, la población gitana, y en especial la no asentada, como es el caso de la proveniente de Rumanía y Bulgaria, es la que mayor rechazo tiene entre el resto de la población.

En el caso actual, los payos del Gobierno de Sarkozy saben perfectamente al menos tres cosas básicas que son las que explican en gran medida el despliegue de su intervención represiva, por cierto, mucho más cara que haberles dado los medios necesarios para su incorporación social.

La primera, que de las supuestas actividades ilícitas e incluso delictivas imputadas a los gitanos, en caso de ser tales, se lucran y benefician los payos, y sobre todo aquéllos con más poder. Los que invierten, gestionan y consumen todo tipo de bienes y servicios vinculados a las industrias de la explotación sexual, infantil, delictiva, etcétera. No se entiende por qué no expulsan a todos esos que son muchos más y mucho más nocivos para la sociedad sana y transparente que el payo Sarkozy parece querer potenciar.

La segunda, que la actitud proactiva de expulsión es totalmente ineficaz. En este caso, como en muchos otros, los expulsados regresarán. En algunos casos agradecidos al Gobierno francés por haberles pagado unas vacaciones en su país. El pago a cambio de haber sido utilizados como chivos expiatorios para otros fines latentes que ocultan estas decisiones tan dantescas. Estas intenciones latentes son, entre otras, cuestiones de consumo interno como ganarse a los sectores de la ultraderecha tan florecientes en el mercado electoral, responder a los intereses especulativos inmobiliarios, etcétera. Cuestiones éstas que deberían preocuparle mucho más al payo que actualmente preside la República francesa.

Tercera, saben que su ministro de Interior de turno en la escenificación de estas medidas debe mostrar su sorpresa ante las reacciones políticas, sociales y mediáticas que se han producido. Y ha de hacerlo no porque considere que son desproporcionadas, tal y como manifiesta, sino porque gran parte de ellas, por suerte no todas, las buscaban con fines propagandísticos y ciertamente les pueden ser de gran utilidad y rentabilidad.

Ahora bien, las reacciones, sobre todo por parte de los gitanos europeos, no se pueden hacer esperar. El pueblo gitano, a pesar de que los payos no se lo han puesto nada fácil, ha venido demostrando su indiscutible voluntad y esfuerzo por integrarse. Y lo ha ido haciendo en todos los lugares donde ha encontrado un espacio.

La discriminación racial y social que sufre históricamente ha generado grandes obstáculos para su reafirmación como pueblo. Ha ocasionado división interna, difuminación de sus rasgos identitarios como efecto del imperialismo cultural impuesto por las culturas donde ha tenido que ir asentándose. Ha producido el deterioro de su identidad, teniendo que subsistir como pueblo en oposición a las imposiciones de los payos y, sobre todo, sobrevivir en calidad de pueblo de segunda categoría. En definitiva, siempre ha visto mermada su posibilidad de construirse como pueblo.

Ciertamente esta instrumentalización y represión política que los gobiernos de los estados europeos hacen de los pueblos sin estado ha de servir para fortalecer la unidad interna y entre los pueblos y culturas minorizadas (en este caso estamos hablando de la minorización de 15 millones de personas). No nos olvidemos, no son tan solo el pueblo kurdo, corso, vasco o catalán (por citar algunos), sino también el pueblo gitano, quienes son objeto de este proceso de acoso, utilización y aniquilación.

Las respuestas contundentes, en este caso sobre todo de las entidades gitanas de todo tipo y condición, han de servir para articular elementos de unidad desde la lucha por los derechos de la población gitana como ciudadanos europeos. Así al payo Sarkozy y al resto de sus correligionarios, genuinos representantes del racismo estructural y endémico que practican los estados occidentales, les saldrá el tiro por la culata.

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